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Implicancias del entorno físico y social

El entorno como agente activo en la conformación de estrategias de pensamiento y acción

Padres, hermanos, abuelos y también maestros y vecinos, construyen y alimentan el lugar asignado a cada niño en la sociedad a lo largo de los primeros años. Se emocionan con los pequeños-grandes logros, se enorgullecen, y hacen que trasciendan las fronteras familiares. También, marcan los límites, señalan errores o lo que no está bien. Este andamiaje social connota expectativas y es sostenido en las etapas formativas, a la vez que el sujeto en desarrollo se apropia de ese lugar suyo y lo cultiva de manera cada vez más consciente. El entorno familiar y barrial (la casa, la calle, la plaza, la escuela) son escenarios de encuentro, intercambio y puesta en juego donde aprenden, ensayan, y construyen estrategias para la vida. “Si bien es en relación a los niños donde más se evidencian dichas expectativas sociales y familiares, éstas existen y se manifiestan en relación a todos y en todas las edades. Y estas ‛apuestas a futuro’ son alimento esencial de deseos y voluntades personales” (Coriat, 2002).

¿Qué pasa con este “lugar” físico-social, cuando una persona experimenta un cambio en su cuerpo (ya sea por lesión o por enfermedad)? ¿Cómo son esas “apuestas a futuro” cuando se comprometen pautas elementales como hablar, comer o caminar?
Tener una discapacidad no es sólo tener un defecto físico, psíquico o sensorial: es formar parte de una realidad socio-política compleja que se vive día tras día” (Coriat, 2002). En este marco la persona va construyendo estrategias para poder desarrollar su vida, y tornar posibles sus proyectos.