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Paradigmas

Desde qué lugar

Estamos en un momento coyuntural complejo en el que coexisten dos modelos antagónicos para visualizar. definir y valorar la discapacidad: “El modelo médico de la discapacidad que se imponía a mediados del siglo XIX como mirada excluyente, hoy prevalece, con diferentes matices tratando de acomodarse frente al avance de reivindicaciones que propone el modelo social y de derechos humanos”. (Coriat, 2009).
Estas miradas subyacen en actitudes cotidianas. Y son compartidas tanto por personas que ocupan los lugares de decisión como por las personas con discapacidad que buscan acceder a un puesto de trabajo.
“El modelo de derechos humanos sostiene que es el medio físico el que debe adecuarse a las características de las personas y expresa la necesidad de contar con un hábitat accesible para todos (…) Se concibe a la discapacidad como una construcción social en la que las cuestiones médicas no son el aspecto determinante.
(…) El modelo médico, al centrar su abordaje en la cura y rehabilitación, no se pronuncia respecto de modificaciones en el hábitat físico. Lo naturaliza, así como naturaliza los parámetros de normalidad. Es el paciente quien debe procurar alcanzar un estado lo más cercano posible al establecido por estos parámetros. Este modelo concibe a la discapacidad como una enfermedad subsanable y no como un atributo con el cual se convive. De alcanzarlo, el diseño no sería un obstáculo. En consultorios médicos, incluso en especialidades como ortopedia, traumatología, geriatría y kinesiología, es habitual toparse con varios escalones a la entrada, sin que esto sea vivido por los profesionales como una contradicción”. (Coriat, 2009).
La contundencia de estas miradas es tal que, en el quehacer profesional de los arquitectos, se impone a soluciones con las que, paradójicamente, se está muy familiarizado, incluso gestadas por ellos mismos. Por ejemplo, una diferente textura entre pisos puede aportar la guía que un ciego necesita para orientarse en el espacio. Es un recurso estético aceptado que puede bien convertirse en un recurso funcional siempre que se pueda evidenciar que existe una necesidad de orientación a partir de una forma diferente de percibir el espacio Es ahí donde generalmente se produce una disociación: los profesionales saben de recursos –tecnológicos, constructivos, psicológicos- pero su mirada respecto de la discapacidad está teñida de viejos paradigmas al tiempo que las exigencias se enmarcan en tendencia creciente hacia los nuevos modelos.

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